Una de las primeras enseñanzas que el humano recibe en su niñez, es la comprensión de sus cinco sentidos, pues estos son utilizados todos los días y a todas horas.
Los sentidos humanos son capacidades que tenemos para conocer nuestro entorno y reaccionar ante los estímulos recibidos. Gracias a ellos podemos decir cuál es nuestra comida favorita, qué olor nos recuerda a la infancia, qué objeto nos eriza la piel, cuál es nuestro color favorito y qué canción nos desagrada, entre miles de cosas más.
¿CUÁLES SON LOS SENTIDOS DEL SER HUMANO?
La mayoría de los autores coinciden en que los sentidos más básicos del cuerpo humano se dividen en cinco: olfato, vista, tacto, oído y gusto.
Olfato: Por mucho tiempo se creyó que el cerebro podía captar hasta 10,000 olores diferentes, pero el Dr. Andreas Keller de la Universidad Rockefeller, quien encabezó una investigación sobre la capacidad del cuerpo humano para detectar olores, determinó que la cifra ascendía a un billón de olores diferentes
Vista: La luz es convertida en señales nerviosas gracias a la retina, y esta forma “codificada” es enviada al cerebro, quien nos esclarece lo que estamos viendo. Esto es muy útil para salvar nuestra vida al poder reaccionar en caso de que un peligro se aproxime.
Tacto: El cerebro procesa y reacciona ante la textura, la presión, la temperatura o el dolor. Es nuestro sentido más primitivo y el primero en desarrollarse y responder ante la estimulación. Los bebés requieren tocar objetos y sentir diferentes texturas para prepararse ante su entorno.
Oído: Las ondas sonoras se convierten en vibraciones, que a su vez son transformadas en señales nerviosas que se procesan o “traducen” por el cerebro para que comprendamos lo que estamos escuchando. Muchas veces el humano no requiere mirar lo que se avecina; el sonido generado y la memoria, son suficientes para actuar ante el estímulo recibido.
Gusto: Las papilas gustativas y el cerebro trabajan en conjunto para determinar qué es lo que estamos probando; si algo dulce, amargo, salado, ácido o umami. Con ello, el cerebro memoriza y relaciona una comida o un ingrediente con la sensación ya experimentada.